La escala, un episodio del podcast Radio Ambulante, narra el drama de dos familias. Una que pierde un hijo recién nacido en un accidente fortuito, y otra que recibe la donación de un órgano de ese niño para sobrevivir. La gratitud de la familia que recibe la donación provoca lágrimas. Los testimonios de este tipo de milagros son frecuentes; la gente agradece a quien puede salvar, aliviar o prolongar la vida.
Pero hay un milagro cotidiano que pasa desapercibido: la naturaleza se entrega generosamente para que vivamos. Sin oxígeno, morimos en tres minutos. Sin agua, adiós en una semana. Sin alimentos, chao en tres semanas. El oxígeno, el agua y los alimentos nos vienen de los vegetales, de los páramos y de los animales. Aunque suene evidente: vivimos de la naturaleza. Salva, alivia y prolonga nuestras vidas. Sin embargo, no nos sentimos gratos ni reconocemos estos hechos como milagros.
Los milagros se multiplican cuando tenemos conciencia sobre el funcionamiento de la naturaleza. Por eso, quiero compartir 10 libros para entender la naturaleza, que me han ayudado a conocerla y amarla, tal como lo hice en 2024.
Todos los títulos que comparto nos embriagan bellamente de naturaleza, algunos desde la ciencia, otros desde la ficción, otros combinan ambas.
1. La Amazonía. Un viaje al centro del mundo de Eliane Brum (Salamandra, 2024)
Es uno de los libros más conmovedores que leí en 2024. Es autobiográfico. Brum es una reconocida periodista que fundó SUMAÚMA, una plataforma digital para dar voces a los seres que resisten en la Amazonía.

Según Elizabeth Bravo, los virus tienen derecho. Fotografía de DepositPhotos
El libro es el viaje y las transformaciones de Eliane para radicarse definitivamente en Altamira, el corazón de la Amazonía brasileña. Su periplo comenzó con un reportaje sobre los indígenas Yanomami y terminó con su mudanza a la selva. Su objetivo de vida, que lo transmite en el libro, es reforestarse, echar raíces, “amazonizarse”, ser una mujer-bosque.
Para reforestarse tuvo que abandonar su lujoso departamento en Sao Paulo, dejar a la pareja con quien había tenido un matrimonio feliz, y rechazar los privilegios de la “civilización”. En este camino, sus maestros son los Yanomamis, los quilomberos (afrodescendientes que huyeron del esclavismo), los ribereños (desplazados por la pobreza) y la selva misma, que ella llama los seres-selva.
El drama del libro no está solo en el duro proceso personal de salir de la ciudad y renacer en la selva. Sino en que la Amazonía está siendo depredada a pasos agigantados, las poblaciones de seres-selva son perseguidas y asesinadas, la vida se está extinguiendo y las violencias y corrupción imperan.
La Amazonía está siendo violada y abusada, escribe Brum, como lo fue su propio cuerpo. El desafío más grande que tiene la humanidad, afirma la periodista, es modificar la forma cómo vemos la naturaleza y la selva. El principal instrumento para liberar el futuro es la imaginación y aprender a reforestarnos.
2. Materia oscura y los dinosaurios de Lisa Randall (New York: Harper Colling Publishers, 2015)
¿Qué tiene que ver la materia oscura con los dinosaurios? Esa fue la pregunta que me hice cuando compré este libro. Randall es una de las físicas teóricas vivas más importantes y además es una genia difundiendo ideas complicadas. Lo más difícil de todo es que nuestro limitado cerebro no puede imaginar cuestiones que no percibe con la experiencia, como las eras geológicas (¿cómo imaginar que el universo que conocemos tiene 13.800 millones de años?). Tampoco puede imaginar lo cuántico o la energía oscura.
Pero ella asume el reto y nos lleva de la mano para comprender de dónde nace el universo hasta poder imaginar la fuerza de un asteroide chocando con la Tierra. Y ahí entran los dinosaurios. En ese impacto, equivalente a 100 trillones de toneladas de TNT, la Tierra se llenó de polvo, se provocó un tsunami y la extinción se produjo en 32 mil años. La mayoría de animales y plantas murieron.
De alguna manera, somos descendientes y sobrevivientes como seres vivos de este impacto.
¿Y la materia oscura? Está detrás de todos estos fenómenos naturales. El 85% de la materia del universo es oscura (debería llamarse transparente). La materia ordinaria, que es la que el humano ha podido describir, es apenas el 15%. Miles de millones de partículas de materia oscura atraviesan nuestro cuerpo cada segundo y, mirando hacia el cielo, éstas explican la rápida expansión del universo y también el por qué un asteroide chocó con la Tierra y fulminó a los dinosaurios.
La materia oscura —nos explica Randall— es como los trabajadores que construyeron las pirámides o las mega autopistas, y la materia ordinaria es la pirámide o la autopista.
3. El cosmos desordenado. Un viaje a la materia oscura, el espacio-tiempo y los sueños postergados de Chanda Prescod-Weinstein (Madrid: Capitán Swing Libros, 2023)
Prescod-Weinstein es una mujer afrodescendiente. Lo señalo porque, a diferencia de cualquier otro libro de difusión científica que he leído, ella intercala su obsesión por la física teórica y la astronomía con lo difícil que es ser mujer y negra en un ámbito tan competitivo y complejo como el de la ciencia en las universidades.
Gracias a este libro, que me explicó con dibujos, pude entender que los átomos no son los elementos más pequeños e indivisibles. Quizá los elementos más básicos —y esto porque podría suceder que haya partículas más pequeñas— son los quarks, que pueden juntarse y formar protones, neutrones, electrones, y quizá fueron las primeras partículas del universo, incluso antes que los fotones.
En un capítulo comparte su fascinación por la física y en otro narra su vida como física teórica. El contexto de una científica y las dificultades para ser reconocida. Es fácil identificar el típico ambiente patriarcal: estructuras de poder, mujeres que deben demostrar ser brillantes, a quienes se les asigna roles de servicio antes que intelectuales, insinuación y acoso sexual.
No es casual que, cuando uno mira las listas de las personas que han ganado el premio Nobel de Física o quienes lideran los departamentos de Física de las universidades, seamos hombres en los puestos de decisión. El ambiente machista en la Física como en cualquier otra área del saber tiende a arrinconar a las mujeres al rol del cuidado y a valorar lo que se atribuye como masculino.
Es el primer libro que leo el concepto de “partículas para la justicia”. La física no está exenta de la política y tanto dentro de esta área del saber como en sus aplicaciones, tiene relación con la justicia social.
4. La Tierra inhabitable. La vida después del calentamiento de David Wallace-Wells (Tim Duggan Books, 2020)
Si alguien duda de que el calentamiento global nos está llevando al tan temido antropoceno, esa fase geológica en la que por la presencia y el accionar de la especie humana (en realidad del 1% que acumula el 60% de la riqueza mundial) se está extinguiendo más del 60% de la vida en el planeta, que lea este libro. No es sobre el calentamiento global, sino sobre los efectos en la vida del planeta.
Después de varios años de investigación, Wallace-Wells nos da una fotografía, con datos científicos duros y bien narrados, sobre las extinciones, el hambre, las ciudades que se están ahogando en el agua, los incendios, los desastres que no son naturales (por ser provocados por el humano), la falta de agua dulce, los océanos que están muriendo, el aire que se hace irrespirable, los desequilibrios en hábitats que están provocando inesperadas “plagas”, el colapso económico, los conflictos ambientales que están produciendo refugiados climáticos.
El panorama no es alentador. Para recuperar el equilibrio ambiental que requiere la vida, se necesitan, aún si dejamos de golpe de emitir dióxido de carbono, algunos siglos.
El nivel de inconsciencia que tenemos, enceguecidos por el dinero rápido y el consumo que promueven el extractivismo minero, petrolero y los monocultivos, no tiene justificación alguna y es la mayor estupidez de este siglo. Sabemos los datos, pero no queremos cambiar de hábitos. Y vamos a extinguirnos.
5. Plantar nuestro mundo, de Stefano Mancuso (Other Press, 2022)
Si hay alguien que me ha enseñado a valorar cada planta de mi departamento, cada hoja, cada flor, cada hierbita que crece entre el pavimento y veredas, cada bosque, es Mancuso. Es famoso en mis clases sobre derechos de la naturaleza por imaginar cómo sería una Constitución para la Tierra y los humanos inspirada desde las normas que respetan los vegetales.
En su reciente libro, su preocupación central es el calentamiento global y uno de los hechos que ha provocado este colapso climático: las ciudades.
Las ciudades son, literalmente, cementerios de selva. Debajo de toneladas de cemento y pavimento están los restos de bosques y mundo vegetal, quebradas y ríos. En las ciudades no se siembra y, lo peor, es que habitan aparatos adictos a los combustibles fósiles: autos, fábricas, electrodomésticos.
La única solución para esta catástrofe que está extinguiendo la vida de millones de especies es, según Macuso, reverdecer las ciudades con plantas. Volverlas bosque. Las paredes, los techos, las veredas, las fachadas, los patios no solo tienen que ser verdes sino que tienen que ser productivos. El 55% de la población vive en esos monstruos de contaminación visual, auditiva y de aire que se llama ciudad (en algunos países ya el 80% de su población). ¿Quién va a cultivar nuestros alimentos en algunos años?
Las plantas, nos enseña el libro, no solo son nutrientes sino maestras para revalorizar la libertad, la música, la tierra fértil, el tiempo, el conocimiento, la ley y el orden, la luna.
Como siempre, Mancuso, que reclama la atención que ha tenido la biología con los humanos y los animales, nos recuerda que el 83% de la biomasa de la Tierra es vegetal y que apenas los animales somos el 0.3%. Somos huéspedes del mundo vegetal y necesitamos de ella para vivir. Tenemos que dar a las plantas el lugar que les corresponde. Recordar que estuvieron antes que nosotros y vivimos de ellas.
6. ¡Mmm! La deliciosa ciencia de la huerta agroecológica explicada en 3 Ms. Una experiencia desde Galápagos de Karina Bautista (FLAP, 2022)
Acá una fuente de esperanza. Una utopía real: sembrar el mundo, como sugiere Mancuso, para evitar lo que describe Wallace-Wells. ¿Se puede sembrar en roca volcánica? Cuando uno mira esas rocas gigantes negras porosas, típicas en las caminatas por las islas Galápagos, que Karina las llama “naves espaciales”, uno diría con certeza que no se puede. Pero este libro, con una gran dosis de humor, describe cuán difícil y al mismo tiempo posible es “diseñar sistemas productivos que imitan la diversidad, la estabilidad y la capacidad regenerativa de los ecosistemas naturales.”
El libro narra parte de la vida de una persona que nunca pensó trabajar la tierra, desde que decide sembrar, los primeros pasos en esa tarea (con muchos tropezones) hasta que logra tener una huerta agroecológica exitosa. El libro, que es posiblemente el primero escrito sobre permacultura en Ecuador y las Galápagos, es una especie de manual, que tiene las lecciones aprendidas. Es un texto que seguramente ella hubiese querido leer antes de lanzarse quijotescamente a sembrar en un lugar donde solo nos imaginamos animales, playas y encanto insular.
El libro no sacrifica el rigor científico. Cada una de las “M”, que dan el título, tienen que ver con los elementos esenciales que nos da la naturaleza para sembrar y vivir: los micro y macro organismos, la materia orgánica y los minerales.
Un detalle no menor es que tiene ilustraciones hermosas hechas por ella.
La lección que se repite en el libro, y que sirve no solo para sembrar, sino para diseñar ciudades o diseños tecnológicos, y hasta para conocerse a uno mismo, es que hay que observar y aprender de la naturaleza. No luchar contra ella (como hace la agricultura industrial). Ser equipo con la naturaleza.
7. La inmensidad del mundo. Una historia de cómo los sentidos de los animales nos muestran los reinos ocultos que nos rodean de Ed Yong (Tendencias, 2023)
¿Quién fue el estúpido (porque seguro es un hombre) que nos hizo creer que el ser humano es la especie más evolucionada de todos los seres vivos? Cientos de años de filosofía occidental dominante, comenzando por la Biblia, pasando por Descartes y acabando en Zizek, nos han hecho creer que somos diferentes a los animales, no somos naturaleza y que nacimos para dominarla.
La mejor dosis de “ubicatex extra forte” para bajarnos del trono y tener harta humildad, la he encontrado leyendo Ed Yong.
La ciencia nos puede ayudar a imaginar, al menos un poco, cómo percibe el entorno una araña, un murciélago, un perro, un elefante, una ballena. El recorrido que nos propone Yong nos ayuda a valorar a las otras especies al mismo tiempo para saber que somos limitados como animales. Para otros seres vivos, “hay luz en la oscuridad, ruido en el silencio, riqueza en la nada, destellos de lo desconocido, lo extraordinario en lo cotidiano, magnificencia en lo mundano.”
En el cielo y la Tierra hay más de lo que el humano puede imaginar, sentir o percibir. Pongo algunos ejemplos narrados con detalles en el libro: el perro tiene una nariz más compleja que la humana y percibe más olores en el tiempo y en el espacio; las mariposas gustan cosas con sus pies; los peces gato son como una lengua natatoria, saborea con todo su cuerpo; los albatros huelen con su pico; el cuerpo del ofiocoma es un ojo en su totalidad; las conchas veneras tienen docenas de ojos; un camaleón mira para adelante y para atrás simultáneamente.
Todos estos animales no son nuestros iguales ni tampoco son inferiores. Son parte de la vida en la Tierra que estamos extinguiendo por nuestra indiferencia y pretendida superioridad. Y superan en sus capacidad nuestra imaginación y nuestros límites humanos.
8. Los microorganismos como sujeto de derechos, su importancia en el origen de la vida y continuidad con los ciclos vitales de Elizabeht Bravo (Instituto de estudios ecologistas del tercer mundo, 2024).
Elizabeth Bravo nos provoca. Desde el inicio del libro afirma que los seres del mundo microbiano tienen derechos, incluso los virus. ¡Los virus! Aún tenemos el trauma de que el famoso y mal recordado covid-19 es provocado por un virus, el SARS. Y viene Bravo a decirnos que tienen derechos. Parece un extremo. Pero conforme uno se adentra en este libro, minuciosamente investigado científicamente, se da cuenta que tiene mucho sentido.
En el libro se pasean muchos microorganismos —arqueas, bacterias, virus, algas, hongos, líquenes— en sus contextos históricos y ecosistémicos. Los microorganismos son nuestros ancestros y nos van a sobrevivir. Tienen múltiples funciones que son indispensables para la vida en la Tierra y para la vida de los seres humanos. Son seres complejos, soberanos en el planeta, y literalmente nos habitan. La gran mayoría nos dan beneficios, también, cuando hay desequilibrios ambientales o inmunológicos, nos pueden provocar daños y hasta la muerte. Pero no son enemigos. Son seres que, como los humanos, sobreviven y se reproducen, y harán lo que sea necesario para hacerlo.
El ser humano, que tiene miedo de todo cuando está “civilizado”, combate todo lo que no conoce. Al mundo microbiano lo masacra con antibióticos, herbicidas, fungicidas, desodorantes, jabones, alcohol antiséptico, con la contaminación.
El libro nos invita a conocer este mundo microbiano. La conclusión es fácil: se cuida lo que se conoce y valora. Y para cuidar a quienes están siendo masacrados por el ser humano se ha creado un dispositivo político y jurídico que se llama “derechos”.
9. La naturaleza sí tiene derechos, aunque algunos no lo crean de Alberto Acosta y Enrique Viale (Siglo XXI, 2024)
Admiro a Acosta porque ha sido consistente en defender los derechos de la naturaleza desde el día 1 de la Constitución de Montecristi y porque ha sido coherente con lo que predica. También a Viale, que tiene sus luchas desde la Argentina. Pero quiero hablar de Alberto. Y mi admiración crece porque con el tiempo no ha dejado de seguir aprendiendo, difundiendo y luchando por la efectiva aplicación de los derechos y de la Constitución.
Con vergüenza tengo que reconocer que tiene más energía que yo para hacer que más personas conozcan los derechos de la naturaleza.
Este texto es solo un ejemplo más que da testimonio de su vida. El libro, que estaba destinado a ser un tratado más amplio y detallado, acabó siendo un texto que sintetiza lo básico y necesario para entender que la naturaleza sí tiene derechos. Comienza con la historia de la cosificación de la naturaleza y cómo fue necesario despojarla de lo sagrado y vital para poder explotarla y devastarla.
Se detiene a contar el proceso constituyente ecuatoriano y ese aprendizaje mutuo entre ciencia y saber indígena. Nos cuenta la difusión de la idea de los derechos, que se reflejan en conquistas jurisdiccionales en muchos países del mundo y también en logros legislativos.
Los derechos de la naturaleza nacieron en Ecuador y se están expandiendo por el mundo. No solo que es una buena idea sino que es necesaria. Una razón más para tener esperanza de que otro mundo es posible.
10. El arte de coleccionar moscas de Fredrik Sjöberg (Asteroide, 2023)
Acabo con esta joya literaria y científica porque fue la última que leí en 2024. ¿Se han preguntado alguna vez cómo es ese ser humano que se dedica a buscar y contemplar una especie de mosca? Pues yo no me lo había preguntado. No tenía en la mira a los entomólogos. Sjöberg vive en una isla en Suecia y se ha dedicado a “coleccionar” sírfidos, un insecto que se parece a la avispa.
El libro hace varios recorridos biográficos, del mismo autor y de muchos entomólogos clásicos. Nos cuenta, con honestidad y de forma ligera, todo el proceso que pasa una persona para tener una vocación en la vida, desde la entrada en la sociedad de quienes miran insectos hasta las impresionantes colecciones, muchas de las cuales acaban perdidas o embodegadas.
Los protagonistas del libro son los entomólogos y los insectos. Los primeros son seres obsesivos como cualquier otra persona que, con pasión, vive su oficio o profesión. Pero observar insectos tiene algunas peculiaridades. Se requiere paciencia casi meditativa, conocer las plantas que nutren a los insectos, contar con técnicas poco ortodoxas para atraparlos, aventurarse en lugares que nadie pasaría más de 10 minutos y quedarse por horas, días, meses, años y hasta una vida.
Todo ser vivo tiene contexto. Los entomólogos tienen dramas, vanidades, complejos, amores y hasta hijos. Sjöberg se detiene en uno de los precursores modernos de la entomología, René Malaise. Y de su mano nos lleva a las conferencias internacionales, a la escritura de libros, a la manía de coleccionar y la de sufrir la vida.
Pero los otros protagonistas, los insectos, son también fundamentales. Cada uno tiene una complejidad que no consideramos cuando de un manotazo los matamos cuando nos pican. Sjöberg logra transmitir la belleza y variedad de estos seres tan poco conocidos y tan importantes para el equilibrio ecosistémico. Las patas, las alas, el cuerpo, los pelitos de cada pata, las antenas, las proporciones, la forma cómo vuelan, reptan, sobreviven, se reproducen son inimaginables. Cada insecto, desde sus caprichosos cuerpos hasta sus formas de vida, son un texto de ciencia ficción. Son seres geniales y reales.
§
Átomos, suelos, minerales, estrellas, constelaciones, bacterias, vegetales, animales, humanos, insectos, todos en conjunto y sin excepción hacen posible la vida tal como la conocemos. Y la estamos perdiendo.
Invito a conocer más a estos seres que nos acompañan leyendo estos libros o simplemente contemplándolos a nuestro alrededor. Y una vez que los conozcamos, entendamos su importancia en la vida, los valoremos, los cuidemos, luchemos por su existencia y por sus derechos. Su bienestar es el nuestro. Qué todos florezcamos en la Tierra en este ciclo incesante de nacer y morir, de adioses y bienvenidas.
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