Pregunta: Me cuesta controlar mis enojos y desagrados, mi decepción y frustración frente a la falta de iniciativa de mi pareja. Tenemos un hijo de casi dos años y últimamente siento que ya no somos pareja.

Luego de dejar a nuestro bebé en la guardería, mi esposo me pregunta: ¿qué quieres que haga? ¿Limpio un poquito o quieres que baje a buscar trabajo? Siempre me pregunta como si fuera la encargada de delegarle sus actividades, y siempre me manda a hacer cosas como si fuera mi jefe.

Quiero saber si es una relación que sólo tiene una mala comunicación, ¿o ya de plano es una relación que no tiene salvación?

Respuesta: 

Estimada lectora,

La buena y mala noticia es que no estás sola. La realidad que vives la he visto repetidas veces en mis consultas. La división de tareas del hogar, especialmente después de tener hijos, muchas veces se siente injusta y desgasta las relaciones de pareja. 

Por un lado, tenemos un contexto social en el que nuestras relaciones, especialmente heterosexuales, están muy influenciadas por los roles de género tradicionales: mientras se espera que los hombres sostengan económicamente a la familia, las mujeres están a cargo del manejo del hogar y la crianza de los hijos. Por otro lado, las dinámicas en las relaciones, como la comunicación y el manejo de conflictos, son específicas para cada pareja. En tu caso, no puedes cambiar el contexto social, pero sí tienes más control sobre las dinámicas de tu relación con tu esposo, así que hay algunas herramientas que puedes usar para mejorarlas. 

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Contexto social

En las relaciones heterosexuales hay una brecha entre cuánto participan los hombres y las mujeres en las tareas domésticas. En el 2020, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Inec), las mujeres destinan 3 veces más de tiempo que los hombres a actividades del hogar y de cuidado, como cuidar niños, ancianos. Incluso en sociedades y familias en las que se tiene una repartición más equitativa de estas tareas, hay un tipo de trabajo que es invisible y, por lo tanto, no es reconocido. Por ejemplo, si invitamos a amigos a una cena, alguien tiene que dedicarle tiempo a decidir qué vamos a comer y tomar, en qué momento se va a preparar la comida y qué compras se necesitan. 

Alison Daminger, socióloga en la Universidad de Wisconsin-Madison, hizo un estudio en parejas para entender lo que ella llamó la labor cognitiva (coloquialmente conocida como carga mental). Tal vez en un día normal te levantas, preparas el desayuno para la familia mientras tu esposo se asegura de que tu hijo se bañe y se vista antes de llevarlo a la guardería. Vas al trabajo y en la hora de almuerzo llamas a tu suegra para avisarle que no van a ir ese fin de semana porque tienen un cumpleaños de un compañerito de la guardería. 

De regreso a casa, pasas haciendo las compras antes de que se acaben los huevos y el papel higiénico, y compras el regalo para la fiesta del sábado. Tu esposo se encargó de lavar los platos y de aspirar, mientras tú te das cuenta que no hay suficiente ropa limpia y cargas la lavadora mientras también estás pendiente de la tos que tenía el bebé para saber si hay que hacer una cita en el pediatra. 

En este ejemplo, vemos que la carga física de las labores del hogar están repartidas entre ambos, y parecería haber igualdad. Pero si nos enfocamos en la energía que implica pensar y organizar (no necesariamente las acciones), la historia es otra. La persona que está pendiente de los contenidos de la refrigeradora, la lista de compras, del calendario familiar, de anticipar las necesidades de la semana y de monitorear la salud del bebé, es la mujer. Este tipo de tareas son parte de la labor cognitiva. 

Daminger dividió las tareas cognitivas en cuatro etapas: anticipar necesidades, identificar opciones, tomar decisiones, y monitorear los resultados. Encontró que en todas estas dimensiones, especialmente anticipar necesidades y monitorear los resultados, las mujeres se llevaban una carga significativamente mayor que los hombres. Estos estudios nos sirven para entender bien el problema, y nos da el lenguaje que necesitamos para abordarlo. Pero para poder cambiarlo no basta con saber cuál es el problema: los cambios se dan en nuestras dinámicas de pareja. 

Dinámicas relacionales 

Algo que pasa comúnmente en parejas cuando la carga mental es injusta, es que los dos se sienten infelices en la relación. En tu caso, por ejemplo, expresas una insatisfacción, frustración y decepción con tu esposo. Eso probablemente les lleva a tener más conflictos y menos momentos de intimidad emocional y, sospecho, sexual. No solo eso. Es muy probable que tu esposo cargue constantemente con sentimientos de culpa e insuficiencia. Una mejor división del manejo de sus tareas va a ayudar a que los dos se sientan más satisfechos en la relación. Hay algunas formas de lograrlo. 

En terapia de pareja, siempre aclaro que no estamos buscando culpables de causar el problema, pero sí que ambos sean responsables de encontrar la solución. Una razón por la que muchas personas evitan el conflicto es por el miedo a ser culpado y juzgado injustamente. 

No competimos, trabajamos como equipo. 

Cuando vemos a nuestra pareja como la fuente del problema, los conflictos se vuelven una competencia en lugar de trabajo en equipo. Tu esposo no es el problema, es tu aliado con el que tienes que abordar el verdadero problema: cómo lograr un sentimiento de justicia en las tareas. 

En el trabajo en equipo, tú y tu pareja no tienen las mismas habilidades, ni van a entregar exactamente lo mismo. Para que el equipo funcione, sus diferencias deben ser valoradas y se puede apreciar lo que cada uno pone en la relación. No esperes que tu esposo haga las cosas como tú las harías. Eso no significa que tú tienes que adaptarte a él, sino que pueden llegar a un compromiso y priorizar lo que sea importante para ambos. 

Reuniones semanales

La comunicación en las relaciones es necesaria para resolver conflictos, pero no toda la comunicación es igual. Por ejemplo, si mi pareja se queja y me critica constantemente, podríamos decir que se está comunicando, pero la forma en la que lo hace va a empeorar nuestra relación.

Una forma de lograr comunicarse positiva y eficientemente es incluyendo reuniones semanales en su planificación. De esa forma, no tienen conversaciones al respecto solo cuando están enojados o lastimados, y les puede resultar más fácil escuchar con empatía. 

En estas reuniones, enfóquense en cómo les fue la semana que pasó, qué aprecian de su relación, y qué obstáculos tienen para la semana que viene. Si tu pareja sabe que vas a tener una semana estresante en el trabajo, pueden buscar juntos formas de apoyarte. 

Definir responsabilidades y compartir tareas

En lugar de enfocarnos en la división de tareas específicas, pueden definir áreas de responsabilidad. Por ejemplo, en lugar de estar solo a cargo de lavar la ropa, estoy a cargo de que haya ropa limpia y lista para usar. Eso significa que tengo que estar pendiente de cuándo lavarla, de que haya suficiente detergente, o si la lavadora necesita mantenimiento. 

Otra forma de mejorar la satisfacción en la relación es compartir las tareas. Es decir, mientras uno lava los platos, el otro puede secar y guardarlos. De esta forma, también están compartiendo momentos en los que pueden conversar y sentirse más cercanos. 

En tu pregunta, querida lectora, quieres saber si hay esperanza para tu relación. Si bien percibo un desgaste emocional y mental por cómo se comunican actualmente (que además es muy común en los primeros años como padres), te invito a tener conversaciones con él desde la empatía, para que él tenga la oportunidad de entender cómo te sientes sin sentirse atacado. Lograrlo va a depender de que los dos trabajen como equipo para afrontar los problemas. Además, buscar un terapeuta de parejas para tener un espacio seguro donde explorar las soluciones puede beneficiar, no solo a la pareja, sino también a su hijo. 

Andrea Yandun
Andrea Yandún
Psicóloga clínica y master en terapia sistémica familiar. Crea contenido informativo sobre no monogamias éticas y relaciones respetuosas.
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